La primera vez que vi a Pep, su mirada perdida en el horizonte, al borde de los acantilados de La Mola en la isla de Formentera, tuve la impresión de conocerlo desde siempre.
Pep tiene 90 años y sus ancestros se pierden en los orígenes de esta isla. Desde mi llegada aquí, Pep se convirtió en mi amigo.
Su pasión es el mar, la pesca y sus misterios.
Pep y su mujer, Margarita, viven en una modesta casa en La Mola, el lugar más primitivo de la isla; gracias a ellos y a su maravillosa amistad he podido descubrir una realidad que va mucho más allá que aquella que los turistas de paso conocen. Una realidad enraizada en la historia, las leyendas, las guerras y también de la armonía con la naturaleza.
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