Sus protagonistas son reales. Fueron concursantes y triunfadores del programa Baila Domingo en los años 80 y muchos de ellos viven todavía con el recuerdo de esas glorias. En lo que más parece un impulso misterioso que un plan deliberado, Ricardo Larraín produce un inquietante movimiento narrativo: congela fragmentos de esas vidas, pero a la vez muestra su evolución, su envejecimiento, sus ilusiones exultantes y más tarde rotas. Pocas veces el cine chileno se ha aproximado con tanta profundidad a los sueños más profundos del pueblo. Ni una sombra de paternalismo, ni un trazo de ideologismo: la clave de la emoción que recorre a Pasos de Baile es la transparencia de su mirada que primero acepta la legitimidad de las esperanzas de sus protagonistas y luego hace nacer, desde ellas, el cine.
Ver menos